El problema no fue haberte conocido, ni siquiera haberte
dejado entrar; el problema fue haber hecho que llegaras demasiado dentro sin
que tú supieras dónde estabas. Ese fue mi problema, construir un castillo de naipes sobre tierras movedizas y
tratar de vivir en él. Al final, como siempre y como todo, se derrumbó. Pero ni
siquiera ese fue el mayor problema porque incluso antes de que ocurriera, ya
sabía que pasaría. Conocía, en parte, los peligros de verme tan expuesta cuando
todavía no estaba preparada y ahora, me doy cuenta de que el problema fue tener
el corazón hecho pedazos antes incluso antes de estar roto. Conocer con
seguridad la fatídica caída, y seguir la senda como si nada fuera a ocurrir.
Imaginar cada día qué podría ocurrir, contarme un cuento sobre ti cada noche
para irme a dormir. Esperar. Esperar a que volvieras para ver que nada había
cambiado. Tú seguías siendo tú. Y yo seguía siendo yo. El aceite y el agua no
se mezclan, pero nunca fui muy buena en química, ya ves. La de estudiar al
menos. La otra, la que compartíamos los dos, esa sí se nos daba bien. El
problema fue confundirla con todo lo demás, involucrar al corazón, intentar
llamar a la atracción, amor. Confundir conceptos. No es lo mismo tú y yo, que
nosotros. No es lo mismo quedarse un tiempo, que hacerlo siempre. Ese es el
problema, rellenar los vacíos, que no los huecos. Porque lo que dejas son
vacíos, vacíos de palabras, de momentos, de sueños, de sentimientos. Al final,
en eso radica todo, en que yo me lancé demasiado rápido a sentir, y tú vives a
otro ritmo. Escuchamos sintonías diferentes. Somos como dos intervalos
armónicos, sonamos bien un momento, pero a larga, no dejamos de ser dos notas
diferentes. Y al final, las diferencias se convirtieron en esto, un aquí te
espero por mi parte, y un solo necesito donde quedarme por la tuya. En fin, que
el problema es que vienes y te vas y yo, me quedo. Me quedo aquí, como siempre,
con el corazón en un puño, un agujero en el pecho, una lágrima en el alma y un
sueño roto más. Nihil novum sub solem, toca, de nuevo, volver a empezar. Y ese,
es otro de los problemas, que cada vez más a menudo me caigo y me levanto, y
cada vez cuesta más hacerlo. Que no aprendo, que no cambio. Que siempre me
equivoco, que siempre pierdo. Y es que el problema no es haberte perdido, fue no
haberte encontrado del todo, o no haberlo hecho
a tiempo. Y ahora, ese mismo tiempo se nos ha echado encima, tú te
marchas, y yo, aquí te espero. Aunque sé de sobra que ni vas a volver, ni vas a
saberlo. Porque al final es eso, que no te lo he dicho, y tú tampoco lo dirás. Eso es. Silencio.