Secciones

martes, 27 de octubre de 2015

E.D.E

Ya han pasado 1462 días. 4 años y dos días resumidos en dos simples palabras. Dolor. Espera. Fueron 21 días los que nos dejaron para comprenderlo todo, cargarnos de fuerza y despedirnos. 21 días de duda constante, rabia contenida y llanto fácil. 21 días de lucha sin cesar. 21 días de lucha en vano.
 Jamás podré olvidarte tendida en aquella cama, aún sonriente y prometiéndonos volver a vernos. Después de eso, cumplí mi palabra. Regresé para verte, pero tú ya no me veíais. Poco tiempo después, no solo tus ojos se cerraron, también tu cuerpo dijo basta, llenando nuestras vidas de un dolor eterno y celestial que nunca se alivia, que nunca cicatriza. Muchas veces más desde entonces he ido a visitarte,  esperando que tus ojos me viesen desde lo alto, sabiendo que ahora soy yo la que no te veo.
Me diste los mejores años de mi vida, y en gran parte de los recuerdos que atesoro en mi memoria, apareces tú. Con tu sonrisa, con tu espíritu jovial y tu amor por todos nosotros. Eras el gran pilar de nuestras vidas y desde que ya no estás, vagamos todos sin rumbo fijo. Quienes hemos tratado de ocupar tu lugar en momentos puntuales, nos hemos dado cuenta, de que esa tarea era solo tuya, que nadie podrá nunca ni reemplazarte ni ocuparlo…  por eso cuando llegan determinadas fechas, tú, mi ancla, me faltas todavía más, sabiendo que aquellos momentos en familia y aquellos días de fiesta y felicidad solo están en un recuerdo lejano, que cada año se diluye más. Me parte el corazón ver a los más pequeños de la familia disfrutar  de esas fechas, porque… ojalá hubieran sabido cómo era todo entonces; ojalá  hubieran podido ver un poco de aquellos años cuando realmente estábamos juntos. Ojalá hubiéramos coincidido todos al menos una vez…
Pero no tuvimos tiempo, te marchaste demasiado pronto, demasiado rápido y se quedaron en el tintero tantas historias y aventuras por contar y por vivir. Dejaste mi corazón malherido, y durante mucho tiempo me torturé creyendo que yo tuve la culpa. Como si tú pagaras por mis malas acciones, por mis mentiras, por mis engaños y por todo ese dolor que había causado a mi alrededor. No podía entender el por qué la vida decidía separarnos, por qué te ibas, y en aquel dolor inmenso, decidí que yo cargaría con la responsabilidad. Cada noche durante meses me senté en mi habitación y pedí perdón. Lloré hasta que en mi cuerpo no quedaron más lágrimas. Llegué a lo más profundo de mi alma y traté de arrancar toda la negrura que había allí, toda la maldad que había cultivado durante años. Hice una purga, para recuperarte, por si así podías volver. Y en aquel tiempo, te sentía conmigo. Como si aún desde el otro lado, supieras de esa vulnerabilidad mía y velaras porque de alguna manera pudiera salir adelante.  Esa eres tú, siempre defendiéndome, siempre  protegiéndome, siempre cuidándome. Por eso sabía que estabas allí.
Han pasado ya 1462 días desde aquel momento en el que mi mundo se volvió un poco más frío, más oscuro, más gris. Y sin embargo, aún recuerdo, como si hubiera sido ayer, esa sensación de caída libre y vacío dentro de mi ser. De vértigo, de dolor infinito. Tal vez poco a poco olvide el tono exacto de tu voz, las facciones concretas de tu cara, o la manera en la que solías caminar. Pero jamás me acostumbraré a vivir en un mundo donde tú no estás.


Todavía hoy, me siento perdida sin ti.


martes, 20 de octubre de 2015

Los asesinos del emperador




 Los Asesinos del Emperador del autor Santiago Posteguillo. ( The assassins of the Emperor by Santiago Posteguillo)
Se trata de una novela histórica ambientada en el último tercio del siglo I d. C. Me ha parecido un libro magnífico por varias razones. La primera es obvia, adoro la cultura clásica y en especial todo lo relacionado con Roma. La segunda, es una historia interesante, muy poco conocida: los años convulsos de Roma tras la caída de la dinastía Julio-Claudia. El año de los cuatro emperadores, el ascenso de los Flavios al poder romano, la locura de Domiciano, y por último, el triunfo de Trajano.
La tercera razón, es la increíble narración de este autor, que una vez más sabe conquistar a sus lectores del mismo modo que su protagonista a un imperio entero.

Es la primera parte de una trilogía sobre el emperador Trajano que recomiendo a todos los amantes de la novela histórico y aquellos apasionados de la Antigua Roma.

jueves, 15 de octubre de 2015

Perdida en el mar la oscuridad

A veces no puedo evitar preguntarme por qué seguir avanzando. Qué hay en este lugar, en este momento que nos obligar a permanecer aquí, estáticos o no, en esta realidad punzante.
Tal vez sea la idea de un mañana diferente la que les impulsa a algunos pocos a continuar con esta farsa de escala mundial. Quizá sean las personas que tengan alrededor quienes les insuflan esa fuerza necesaria para afrontar un día más. O puede que sea la simple imagen de la belleza  que recuerdan la que les ilumine un camino casi oscuro ya. Pero, ¿qué ocurre cuando no hay mañana posible? ¿Cuándo las personas se han ido de tu lado? ¿o la belleza se haya escondido entre tantas sombras? ¿qué motivos restan para continuar o cómo dar un paso más?

Hace tiempo, yo también era como tú. Solía disfrutar del calor del sol, del aire en mi pelo, de la vida que latía con cada pálpito del corazón. Mi máxima era sonreír por los menos una vez al día; pero yo no solo sonreía cada día, sino que lo hacía cada hora, cada minuto, cada instante. No importaba si por dentro estuviera tan rota como un jarrón de cristal al golpear el suelo. No importaba si había algo que me perturbara o si me habían hecho daño. Yo, simplemente, seguía sonriendo, sabiendo que esa era, precisamente, mi mejor arma. Y tal vez, ahí empezó todo sin darme cuenta. Al ocultar a la gente cómo era en realidad, cómo me sentía. Esa pose frente al mundo, ese escudo invisible que me había forjado, acabaría pasándome factura tarde o temprano y no supe verlo a tiempo a pesar de las señales de alerta que se encendían a cada paso. Que sonriera de puertas para afuera no significaba, sin embargo, que no sufriera. No. En absoluto. Tan solo significaba dos cosas:
-                                                -  La primera: me estaba convirtiendo poco a poco en la mejor actriz de mi propia película.
-                                               -    La segunda: nadie se daba cuenta de lo débil, oscuro y vacío que se estaba volviendo mi                          interior.
Hubo momentos en los que no supe o no pude contener tanto dolor como albergaba por dentro y traté de gritar y grité. Pero los oídos en los que dejé caer mi aviso no supieron o no quisieron entender mi mensaje. Ese es otro de mis grandes problemas. Nunca he sabido escoger las personas que iban a formar parte de mi vida. Por eso, cada vez que pedía auxilio solo me acompañaba mi propio llanto para consolarme. Así fue como aprendí a curarme sola las heridas. Un vendaje mal puesto para inmovilizar y unas gotas de alcohol para el dolor. Mi alma está llena de cicatrices sin curar, llagas abiertas que sangran sin parar. Bajo lo piel, están las heridas que más duelen, aquellas que no se ven.  Y nadie pudo verlo. Nadie pudo evitarlo. Solo yo tenía la llave para escapar de este laberinto de pena, miedo y soledad. Una llave que había escondido largo tiempo atrás y no lograba encontrarla. Y me iba consumiendo en ese espacio vacío, tan lleno de nada, tan falto de todo.

¿Quién trató de quitarme el vaso de cristal para no ingerir aquellas pastillas para poder dormir? ¿Quién supo que solo esperaba no despertar algún día? ¿Quién se dio cuenta de que no encajaba en ningún sitio? ¿quién me vio caminando a la deriva de la vida? ¿quién vio cómo una y otra vez me humillaron por mi cuerpo? ¿quién se dio cuenta de que de repente adelgazaba y nunca estaba en casa para comer? ¿quién me escuchó gritar cuando aquel hombre, en mitad de la noche, osó aprovecharse de mi descuido, y luego de mi miedo, para darse placer con mi cuerpo? ¿quién me ha visto temblar al enfrentarme a la oscuridad a solas? ¿quién se dio cuenta de que mis ojos ya no brillaban y mis sueños se apagaban? ¿quién me protegió con su escudo cuando yo ya había perdido el mío? ¿quién me animó desde las gradas de esta maldita arena a seguir luchando? ¿quién trató de evitar de que me sintiera así? Nadie pudo evitar que esta llama se apagara. Mi silencio y mi sonrisa fueron las barreras que poco a poco me separaron del resto.

La única salida que veo, la última que pienso tomar es esta. Explicar que, a pese a esa sonrisa, pese a todo lo que pueda pensar la gente. La vida nunca ha sido fácil. La vida nunca lo es. El problema empieza cuando la ira se mezcla con el odio destruyendo todo. La amistad y el amor se confunden sin saber dónde acaba una y empieza el otro. Y la envidia juega con todas las piezas del tablero a su antojo, imponiendo normal y ley según convenga. Así fue como empecé a confundir cada sentimiento y ocultándolos todos para que nadie viese la bestia en la que me estaba convirtiendo. Alegría y dolor aparecían repentinamente cargados de fuerza pero de una forma intermitente. Todo cobraba menos sentido cada vez. Y en el punto en el que entró a escena la tristeza de la mano del arrepentimiento, lo supe. Supe que estaba convirtiéndome en algo que no quería ni podía controlar.

Quise gritar y el autocontrol decidió que podía hacerlo, por eso escogió aquellos oídos donde no pudiese ser oída nunca. Cada vez me alejaba más de aquella luz que me solía guiar. Poco a poco dejé incluso de sonreír. Dejó de importarme todo. Solo podía sentir ese dolor que me estaba consumiendo. Solo quería sacar de mí ese demonio que llevaba dentro. Solo quería llorar de rabia, de dolor, de miedo. Solo quería ser feliz, sabiendo que eso era lo único que ya no podría tener más. Quería dejar de escuchar mi voz en la cabeza, dejar de sentir la presión sobre mis sienes. Solo quería gritar que ya no podía más, que renunciaba, que abandonaba. Pero hasta no sabía cómo hacerlo ya… hacía tanto tiempo que no hablaba con sinceridad que solo pude hacer lo que tantas otras veces había hecho: huir lejos, buscar mi escondite y escribir estas palabras que nadie verá pero que serán suficientes para ayudarme a continuar, por lo menos, un poquito más.

Esta es, al final, mi única verdad. Solo soy una chica insegura en un mundo hostil. Solo soy una chica frágil que no sabe cómo seguir. Solo soy una chica perdida que no encuentra su camino entre tanta oscuridad. Y esta es la única manera en la que sé expresarme. A través de unas letras cuyo mensaje nunca está claro, pero siempre dice algo.

                              ¿quién quiso leer primero para salvarme después?


lunes, 12 de octubre de 2015

Querido amigo

Querido amigo;

Quizás esta misiva llega tarde, pero creo que a estas alturas ya no te vas a sorprender si esta carta se demora aún más. Sabes perfectamente  cómo soy. A veces vivo demasiado rápido, queriendo comerme el mundo en un minuto, y al segundo siguiente, solo quiero disfrutar de este segundo demorándolo un poquito más. A veces voy a 120 kilómetros por hora y de repente, freno en seco, y decido ir a 30. Hace un momento quería todo contigo, y ahora solo pienso que tal vez esta carta sea otro error que añadir a nuestra historia, ya terminada desde hace tiempo, y sin embargo en la recámara de mi vida para días grises y melancólicos como hoy.

Muchas noches me he desvelado en la cama pensando en nosotros, en los errores que cometimos, en los grandes aciertos que tuvimos, en los momentos que jamás podremos olvidar y en aquellos hechos que mejor no volver a revivir. En esas noches me doy cuenta de que, por mucho tiempo que pase, por muchos kilómetros que nos separen, de alguna forma extraña y suicida, siempre vas a formar parte de la historia de mi vida. Has sido esa piedra en el camino con la que sabía que iba a chocar, has sido la roca a la que aferrarme en mitad de la tempestad, un soplo de aire fresco en esta atmósfera viciada. Eres esa nota discordante en una canción cualquiera que la vuelva única. Y sin embargo, una y otra vez, erramos el camino. Como si no hubiésemos sabido estar juntos, y al mismo tiempo, sin poder estar separados.  Queriéndolo todo uno al lado del otro y sin saber cómo encontrarlo. Un eterno y repetitivo “ni contigo ni sin ti” que llenaban nuestros días de dudas, amor y odio. Una lucha, miles de sentimientos y una mentira que se llevó por delante todo.

¿Qué te diría si ahora nos encontrásemos de nuevo? ¿Qué te diría si tuviera delante una pizarra donde escribirte algo? Sería difícil decir en una sola pizarra tantas cosas que se me vienen a la cabeza, sería difícil escoger las palabras adecuadas para expresarme. Sabes de sobra que uno de mis grandes problemas siempre fue ese: a través de una hoja te puedo mostrar miles de cosas, cosas que, por otra parte, nunca has visto ni querido ver, cosas que te escribí y nunca sabrás. Me sobran las palabras en el papel tantas como me faltan para hablarte de verdad. Llámame cobarde. Lo sé, lo soy.  ¿qué mensaje te escribiría en esa pizarra? ¿un resumen? ¿un ruego? ¿un agradecimiento? No lo sé, algo bueno, eso seguro. Porque pese a tantos intentos y tantos fracasos, no me arrepiento, no me avergüenzo, no te escondo ni te borro. Te llevaste una parte de mí y a cambio tengo algo de ti conmigo.

“Siento todo lo que pasó entre nosotros, aún sueño contigo a veces.” “No fue el momento preciso ni en el lugar adecuado”. “Nos quisimos demasiado, pero no supimos entender ese amor tan grande”. No lo sé.

Querido amigo, ha pasado tanto tiempo desde la última vez que hablamos, que nos vimos, que nos besamos, que es cierto que en esos días que me siento triste, perdida y sola, pienso en ti. Pero no sé si lo que pienso proviene de ese amor truncado que vivimos, del recuerdo de nuestra historia, o del hecho de que siempre he estado enamorada de la idea del amor. Quizás esto último explique mi volubilidad, mis problemas de compromiso, mis ganas de todo y de nada a la vez.
 Si tuviese una pizarra a mano en la que poder escribirte, tal vez solo te escribiera dos cosas sencillas:


                “Gracias, siempre te llevaré conmigo”.