Secciones

domingo, 12 de febrero de 2017

Despedida

Aún puede olerse los restos de su perfume bajo las sábanas que compartimos durmiendo juntos a miles de kilómetros el uno del otro. Todavía está su vaso a medio beber sobre la mesa, un vaso del que ambos bebimos, que un día estuvo medio lleno, hoy solo medio vacío. Tan solo quedan aquí las cosas que él no quiso llevarse consigo, todavía sigo aquí en el mismo sitio. Contándome una historia diferente cada noche para dormir, gritando en el silencio de la noche su nombre para oírlo venir. Un aullido que no suena, una súplica que no llega.
Aún busco entre estas cuatro paredes los restos del ayer que compartimos sin mañana, pero ya no encuentro nada. El vacío que deja en el que se queda aquel que se marcha.
Si cierro los ojos, veo su mirada inescrutable mirarme, escucho su respiración durmiendo, los ecos del ruido riendo, su pregunta rápida, todos mis miedos. Busco en el sofá la ropa desordenada, pero todo está recogido. Tan solo estoy yo hecha un lío. Guardo en la cama su lado, que antes era el mío, sabiendo que no volverá, pero ocuparlo sería admitir que ya no está. Poco a poco entiendo qué significa la palabra soledad. Y cuando más entiendo su concepto más me quiebro por dentro. Siento que me estoy cayendo.
Aún busco en estas cuatro paredes las suyas, su cama, sus caricias, los besos que compartimos en otro sitio, en otro momento, en lo que ya parece otra vida. La vida que se rompe a cada instante que no lo encuentro.
Qué larga fue la espera, qué corto es el tiempo. Qué maldito dolor este que siento por no haber sabido pararme a tiempo. Incluso sabiendo lo que ya sabía, que no se podía. Y ni siquiera enterrar este sentimiento puedo, porque me duele demasiado para taparlo con remiendos. Qué pobre ilusa, qué tonta, creyéndome mis cuentos. Y tras este grito, solo viene el silencio. El silencio que tu ausencia me grita, el silencio de tantas lágrimas contenidas. Pero ahora, como esos ríos desbordados que veíamos, llega una fuerte embestida. La realidad que rompe la rivera de la fantasía. El dolor que anega la felicidad marchita. La ilusión que se ha quedado perdida. La soledad que invade y se instala en mi vida, haciendo esta habitación un poco más fría.
Y aún te busco entre estas cuatro paredes, un gesto, una carta, un regalo. Y al buscar solo encuentro los restos de todo lo que te di en vano, esperando no recibir nada a cambio, creyendo cada día que lo podía seguir intentando.

Y a pesar de que siempre supe que te irías, cada noche me mentía. Así el dolor de tu distancia desaparecía. Pero ahora, me consume esta herida, pena del alma, dolor de una vida. La que a expensas de todo y todos, creí que podía ser mía. En silencio te quería a escondidas, en alto tan solo te veía y sonreía. Y ahora, en este rincón de la habitación, sentada sobre el sillón, lloro todo este dolor, al verte marchar sin preocupación, sin siquiera decirnos adiós, mirando alrededor, buscando todavía los restos de un amor que en ti nunca surgió.