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domingo, 5 de marzo de 2017

Mi Odisea

Puedo estar sentada junto a ti, sabiendo que en realidad estamos a cientos de kilómetros y aun así sentirme más segura que cuando no estás cerca y finjo que me siento liberada de tu embrujo. Porque al final es eso, que me repito un millón de veces cada segundo que estoy bien, que se está pasando, que no me hace daño, que esta vez sí, ya no te esperaré, aunque de reojo mire por la ventana, me asome a la puerta o escuche tras de ella. Hay muchos segundos en una hora, más aún en un día. El número de veces que finjo que me siento bien es tirando por lo bajo, incalculable. Y, sin embargo, de repente nos encontramos, y por un minuto entero me encuentro, ni bien ni mal, pero me encuentro que ya es bastante. Después te vas, o yo sigo mi camino y vuelta a empezar. Empiezo de cero cada día, y un cero sacaría en materia del amor, en primer lugar, por no saber afrontarlo, en segundo lugar por no saber lidiar con él, en tercer lugar por no saber cuidarlo, en cuarto lugar por querer esconderlo y así hasta contar hasta diez. Diez veces fueron, por cierto, las que estuviste dentro de mí, qué bonito recuerdo. Cómo las noches que sin rozarnos pasamos juntos. O las conversaciones sin sentido. Ahora las palabras se esconden, no quieren salir. De repente, nada. Ojalá yo también sintiera esa nada dentro de mí, pero no, me tengo que quedar aquí, buscándote para encontrarte sin querer, y tener que sentir toda esa nada para estar bien. Qué irónica esta vida. Tú dibujaste un lienzo dentro de mí sin saberlo enredando mi vida, haciendo un lío hermoso y terrible al mismo tiempo. Tú que pintas cosas bellas, me has dejado hecha un cuadro. Pero este cuadro parece no quedar bien en tu pared. Por cierto, que me encantaría dormir al abrigo de las estrellas alguna noche. Pero supongo que me iré al campo para hacerlo. Cuatro planetas rodean un gran sol en el centro de tu cuarto, tú y yo estamos ahora mismo a años luz el uno del otro y a millones de galaxias de lo que solíamos ser juntos. Porque parece ser que ya no somos si es que alguna vez hemos sido, que todavía no me queda claro. Y quizás ahí radica todo, que nunca supe nadar bien en tus aguas, que no sabía si los vientos soplaban de poniente o del levante, y al final la tormenta me atrapó en mitad del océano. Y me ahogué, pero no llegué a morir, y ahora solo trato de sobrevivir. Sobrevivir a base de contarme cuentos de un instante fugaz pretérito, de contar segundos, minutos y horas para pasar el tiempo. Un tiempo que antes era tuyo y ahora de nadie, porque debería ser mío, pero como el Cíclope de la Odisea, nadie me ha hecho esto, y nadie, eras tú. Nadie eras tú y en el fondo todo. Todo lo que esperaba, anhelaba y quería. Maldita mente enferma la mía, malditos ojos verdes esos tuyos, malditos hoyuelos y malditas risas histriónicas las nuestras cuando sonaban al unísono. He perdido el compás de tu música, y aunque lo intento, siento que siempre ataco tarde la última nota. Me doy un cero en materia del amor. Un amor que ya de lejos se veía tormentoso, como Caribdis y Escila, en fin, eres siciliano, quizás por eso, antes de acercarme, ya lo sabía. Pero, ¿sabes que Ulises al final llegó a casa? Le costó diez años, y muchas desgracias; quizás, algún día, yo también encuentre el camino de vuelta a tu habitación, para al menos susurrarte la palabra ROMA pero al revés (que es mi palabra prohibida como lo era también para los romanos) y contemplar desde tu cama el espacio sideral porque cuando estoy contigo, sin tu saberlo, me llevas de la mano a conocer todas las estrellas del firmamento (no solo las de tu techo).

Así que sí, te busco para encontrarte sin querer, para ver si así, algún día tú también me quieres buscar, y encontrarnos los dos queriéndonos sin más. 


sábado, 4 de marzo de 2017

vive

Puedo contarte historias muy tristes como por ejemplo la de aquella niña problemática a la que le tacharon de no tener carácter, y como consecuencia, se forjó una personalidad demasiado fuerte, demasiado complicada para aceptar la normalidad como modo de vida. O aquella de la adolescente que perdió su virginidad con un niñato que se creía tan adulto como para darle un cabezazo por no saber dónde había estado,y como consecuencia, la adolescente dejó de creer en el amor. Es más, conozco otra, la de una joven que al volver a casa, estando en su portal, un extraño le bajó los pantalones y la empezó a tocar. Ella no llevaba falda, ni larga ni corta, sino pantalones y era ya de día. Y como consecuencia, la joven se dio cuenta de que las cosas más terribles le pueden pasar a cualquiera cuando menos se lo espera. Incluso podría contarte esa que ya conoces, la de la mujer que trabajaba moldeando palabras y luego no las decía nunca, y como consecuencia, ella aprendió que si no eres valiente cuando debes serlo, pierdes más que si lo hubieras sido. 
Son historias tristes, que le pueden pasar a cualquiera, puedes verlas escritas en un cuento, pero no olvides que también pueden ser reales. Intenta aprender de ellas, intenta que no te pasen, pero si, Dios no lo quiera, suceden, recuerda a la niña que salió adelante, a la adolescente que años más tarde encontró el amor, a la joven que no perdió la sonrisa ni las ganas de seguir viviendo o a la mujer que se hizo valiente. Trata de hallar siempre una forma de salir de tus problemas, intenta aprender algo nuevo cada día, y si de verdad quieres conseguir algo, lucha con todas tus fuerzas y lo acabarás logrando. La vida puede verse muy negra en algunos momentos, como si la luz se hubiese apagado y el camino se hubiera borrado, párate un segundo si quieres, o los que hagan falta, inspira hondo, y continúa, porque tarde o temprano, siempre sale el sol. Y si no lo ves, sé tú el sol de este mundo, y brilla. Brilla fuerte y brilla alto porque con sus más y con sus menos, la vida es maravillosa, y al final el dolor se irá. Enseña con orgullo las cicatrices que te han hecho más fuerte, más sabia, más viva. Y nunca dejes de creer que puedes conseguirlo, que estas historias que te cuento, no te desanimen. Son historias tristes sí, pero de una vida que merece ser vivida, de una persona que aprendió a seguir siempre hacia delante, combatiendo sus miedos, las adversidades y el dolor con fuerza, con garra y con ilusión. Es la historia de una persona normal de carne y hueso, como tú, que ha entendido que la vida, hay que vivirla al 100% todos y cada uno de los días, porque no sabemos dónde estaremos mañana y el placer que se siente al sonreír y ser feliz es más grande que ninguna historia que haya podido ocurrir.

Puedo contarte historias muy tristes que no creerías que son verdad, pero lo son. Lo que pretendo decirte es que no debes tener miedo a caer, a decir lo que piensas o a ser quien eres. Pero sobre todo, 

no tengas miedo de vivir

miércoles, 1 de marzo de 2017

...

Ella inspira suave la última calada de su cigarro, retardando todo lo posible el momento de apagarlo. No se da cuenta de que él no vendrá; que ya ha pasado, que no volverá. Mira su cajetilla vacía y se da cuenta de que si ese dolor no la mata, el tabaco lo hará y los cientos de cigarros que se fuma esperando.
Ella sale fuera y la lluvia comienza a calar pero no siente frío. Solo puede sentir el dolor de cada gota golpeando contra su corazón, rompiéndolo en mil pedazos y tirando los fragmentos a un pozo que parece no tener final,
Ella se esconde luego en su refugio y crea historias, posibles excusas. Empezó contando semanas, luego los días, después las horas y por último hasta los minutos para verlo. Aguardó tanto que incluso ahora sigue haciéndolo con la sonrisa puesta aunque la mirada triste porque lo que el corazón no entiende, la mente ya lo había comprendido desde el principio.
Y así, cada historia que la llevaba a alcanzar un sueño placentero, hoy la desvela como una pesadilla que se repite durante toda la noche. Antes las horas  parecían minutos, ahora los minutos son horas enteras. Los planes son estratagemas. El vino dulce se ha vuelto amargo. La comida fría sobre la mesa. Una silla vacía en la cocina.
En el fondo, ella sabe qué debe hacer, pero aceptarlo le duele más que seguir esperando. Y mientras trata de asumirlo como puede, con lágrimas en los ojos, el corazón encogido y miles de sueños en la papelera de enfrente, abre otra cajetilla y saca un nuevo cigarro. Entonces, de forma irónica, la misma ironía que en parte la ha llevado a estar así, se pregunta:

¿quién fue el listo que dijo que de amor no se muere?