La vida está
hecha de pequeños momentos que olvidamos en el tintero para después. La mayor
parte de nuestro vocabulario se compone de palabras para retrasar el momento de vivir. Por eso al recibir a alguien solo decimos hola, y sin embargo, tenemos muchas maneras diferentes de despedirnos.
parte de nuestro vocabulario se compone de palabras para retrasar el momento de vivir. Por eso al recibir a alguien solo decimos hola, y sin embargo, tenemos muchas maneras diferentes de despedirnos.
Existen
muchas formas diferentes de irse, muchos modos en los que la gente se va,
muchos motivos por los que hacerlo. Todos ellos duelen. Duelen de una manera
infecciosa, como una bacteria que se instala en tu pecho y desde allí se
extiende a cada extremo de tu cuerpo. Duele como si te estuvieses cayendo al
vacío sabiendo que debajo solo te espera el duro asfalto y no hay nadie que
pueda evitar esa desgracia.
Duele porque sabes que, en el fondo, si
hubieras luchado más, no estarías sintiendo dolor ahora mismo. Duele porque si
hubiera sido en otro momento, las cosas podrían haber sido muy diferentes. Pero duele, sobre todo, porque
ahora te das cuenta de que merecía la pena luchar por ello pero lo dejaste para
luego. Y luego no es nunca un buen momento. Esa dilación del tiempo te
perseguirá para siempre, sabiendo que en el fondo, ese dolor está ahí porque no
supiste arriesgarte, no quisiste salir de la comodidad para luchar por algo que
ya jamás existirá. Ya nunca sabrás a que sonarán esos fuegos artificiales que
durante muchas noches imaginaste. Ya nunca recordarás a qué sabían exactamente
aquellos besos, no podrás sumergirte de nuevo en esos ojos de profundo azul ni
recorrer su piel mientras bromeáis en algún bar cercano.
Esa historia
que creaste en tu cabeza pasado el tiempo se desvanece. Las páginas del libro
que reservaste para los dos se quedarán en blanco porque no supiste perder el
miedo a fracasar ni a intentarlo.
Duele ver
que el tiempo pesa, pero duele más que pese con su ausencia, porque ahora
cargas con su recuerdo, que pesa más que su cuerpo aunque nunca lo tuvieras.
Él se cansó
de esperar ese luego que tú creaste para no enfrentarte a la realidad de los
sentimientos, y ahora, tú, que en silencio sí que amaste pagas las consecuencias
de ese amor en secreto. Cada rincón de tu cuerpo se estremece, en el corazón
hay clavado un cuchillo por cada momento demorado, tus ojos se inundan con
lágrimas que bañan tus mejillas, y en tu cabeza solo resuena el eco de su voz
distante y la nostalgia te trae los recuerdos reales e inventados que se han
marchado para siempre.
Ahora que él
se ha ido, todo se tiñe de negro, ahora todo es oscuro, lúgubre y triste.
Ahora, nunca antes esa palabra tuvo tanto sentido. Ahora has entendido el valor
de cada momento; y sin embargo, ahora es tarde.
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