Querido amigo;
Quizás esta misiva llega tarde, pero creo que a estas alturas
ya no te vas a sorprender si esta carta se demora aún más. Sabes perfectamente cómo soy. A veces vivo demasiado rápido,
queriendo comerme el mundo en un minuto, y al segundo siguiente, solo quiero
disfrutar de este segundo demorándolo un poquito más. A veces voy a 120
kilómetros por hora y de repente, freno en seco, y decido ir a 30. Hace un momento quería
todo contigo, y ahora solo pienso que tal vez esta carta sea otro error que añadir
a nuestra historia, ya terminada desde hace tiempo, y sin embargo en la
recámara de mi vida para días grises y melancólicos como hoy.
Muchas noches me he desvelado en la cama pensando en
nosotros, en los errores que cometimos, en los grandes aciertos que tuvimos, en
los momentos que jamás podremos olvidar y en aquellos hechos que mejor no
volver a revivir. En esas noches me doy cuenta de que, por mucho tiempo que
pase, por muchos kilómetros que nos separen, de alguna forma extraña y suicida,
siempre vas a formar parte de la historia de mi vida. Has sido esa piedra en el
camino con la que sabía que iba a chocar, has sido la roca a la que aferrarme
en mitad de la tempestad, un soplo de aire fresco en esta atmósfera viciada. Eres esa nota discordante en una canción cualquiera que la vuelva única. Y
sin embargo, una y otra vez, erramos el camino. Como si no hubiésemos sabido
estar juntos, y al mismo tiempo, sin poder estar separados. Queriéndolo todo uno
al lado del otro y sin saber cómo encontrarlo. Un eterno y repetitivo “ni
contigo ni sin ti” que llenaban nuestros días de dudas, amor y odio. Una lucha,
miles de sentimientos y una mentira que se llevó por delante todo.
¿Qué te diría si ahora nos encontrásemos de nuevo? ¿Qué te
diría si tuviera delante una pizarra donde escribirte algo? Sería difícil decir en una sola pizarra tantas cosas que se me vienen a la
cabeza, sería difícil escoger las palabras adecuadas para expresarme. Sabes de
sobra que uno de mis grandes problemas siempre fue ese: a través de una hoja te
puedo mostrar miles de cosas, cosas que, por otra parte, nunca has visto ni
querido ver, cosas que te escribí y nunca sabrás. Me sobran las palabras en el
papel tantas como me faltan para hablarte de verdad. Llámame cobarde. Lo sé, lo
soy. ¿qué mensaje te escribiría en esa
pizarra? ¿un resumen? ¿un ruego? ¿un agradecimiento? No lo sé, algo bueno, eso
seguro. Porque pese a tantos intentos y tantos fracasos, no me arrepiento, no
me avergüenzo, no te escondo ni te borro. Te llevaste una parte de mí y a cambio
tengo algo de ti conmigo.
“Siento todo lo que pasó entre nosotros, aún sueño contigo a
veces.” “No fue el momento preciso ni en el lugar adecuado”. “Nos quisimos
demasiado, pero no supimos entender ese amor tan grande”. No lo sé.
Querido amigo, ha pasado tanto tiempo desde la última vez
que hablamos, que nos vimos, que nos besamos, que es cierto que en esos días
que me siento triste, perdida y sola, pienso en ti. Pero no sé si lo que pienso
proviene de ese amor truncado que vivimos, del recuerdo de nuestra historia, o
del hecho de que siempre he estado enamorada de la idea del amor. Quizás esto último
explique mi volubilidad, mis problemas de compromiso, mis ganas de todo y de
nada a la vez.
Si tuviese una
pizarra a mano en la que poder escribirte, tal vez solo te escribiera dos cosas
sencillas:
“Gracias,
siempre te llevaré conmigo”.
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