Secciones

lunes, 12 de octubre de 2015

Querido amigo

Querido amigo;

Quizás esta misiva llega tarde, pero creo que a estas alturas ya no te vas a sorprender si esta carta se demora aún más. Sabes perfectamente  cómo soy. A veces vivo demasiado rápido, queriendo comerme el mundo en un minuto, y al segundo siguiente, solo quiero disfrutar de este segundo demorándolo un poquito más. A veces voy a 120 kilómetros por hora y de repente, freno en seco, y decido ir a 30. Hace un momento quería todo contigo, y ahora solo pienso que tal vez esta carta sea otro error que añadir a nuestra historia, ya terminada desde hace tiempo, y sin embargo en la recámara de mi vida para días grises y melancólicos como hoy.

Muchas noches me he desvelado en la cama pensando en nosotros, en los errores que cometimos, en los grandes aciertos que tuvimos, en los momentos que jamás podremos olvidar y en aquellos hechos que mejor no volver a revivir. En esas noches me doy cuenta de que, por mucho tiempo que pase, por muchos kilómetros que nos separen, de alguna forma extraña y suicida, siempre vas a formar parte de la historia de mi vida. Has sido esa piedra en el camino con la que sabía que iba a chocar, has sido la roca a la que aferrarme en mitad de la tempestad, un soplo de aire fresco en esta atmósfera viciada. Eres esa nota discordante en una canción cualquiera que la vuelva única. Y sin embargo, una y otra vez, erramos el camino. Como si no hubiésemos sabido estar juntos, y al mismo tiempo, sin poder estar separados.  Queriéndolo todo uno al lado del otro y sin saber cómo encontrarlo. Un eterno y repetitivo “ni contigo ni sin ti” que llenaban nuestros días de dudas, amor y odio. Una lucha, miles de sentimientos y una mentira que se llevó por delante todo.

¿Qué te diría si ahora nos encontrásemos de nuevo? ¿Qué te diría si tuviera delante una pizarra donde escribirte algo? Sería difícil decir en una sola pizarra tantas cosas que se me vienen a la cabeza, sería difícil escoger las palabras adecuadas para expresarme. Sabes de sobra que uno de mis grandes problemas siempre fue ese: a través de una hoja te puedo mostrar miles de cosas, cosas que, por otra parte, nunca has visto ni querido ver, cosas que te escribí y nunca sabrás. Me sobran las palabras en el papel tantas como me faltan para hablarte de verdad. Llámame cobarde. Lo sé, lo soy.  ¿qué mensaje te escribiría en esa pizarra? ¿un resumen? ¿un ruego? ¿un agradecimiento? No lo sé, algo bueno, eso seguro. Porque pese a tantos intentos y tantos fracasos, no me arrepiento, no me avergüenzo, no te escondo ni te borro. Te llevaste una parte de mí y a cambio tengo algo de ti conmigo.

“Siento todo lo que pasó entre nosotros, aún sueño contigo a veces.” “No fue el momento preciso ni en el lugar adecuado”. “Nos quisimos demasiado, pero no supimos entender ese amor tan grande”. No lo sé.

Querido amigo, ha pasado tanto tiempo desde la última vez que hablamos, que nos vimos, que nos besamos, que es cierto que en esos días que me siento triste, perdida y sola, pienso en ti. Pero no sé si lo que pienso proviene de ese amor truncado que vivimos, del recuerdo de nuestra historia, o del hecho de que siempre he estado enamorada de la idea del amor. Quizás esto último explique mi volubilidad, mis problemas de compromiso, mis ganas de todo y de nada a la vez.
 Si tuviese una pizarra a mano en la que poder escribirte, tal vez solo te escribiera dos cosas sencillas:


                “Gracias, siempre te llevaré conmigo”. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario