No me gusta que creas que soy boba, pero cuando lo dices, me
haces más lista. No me gusta que me digas que nunca tengo opinión sobre nada,
pero cuando lo haces, me haces más juiciosa. No me gusta que te jactes de que
no tengo temas de conversación, pero cuando lo expresas, me enseñas a escoger a
quién le dedicaré mis palabras.
No creas que es cierto todo lo que dicen, porque hasta yo
que soy tan boba como dices sé que no siempre la gente dice la verdad. Tal vez
no sea quien debería ser, quien podría haber sido, o cómo te gustaría que fuera…
pero soy quien soy, sin más, sin menos. Tal vez no conozco demasiado sobre el
sistema capitalista, crea en utopías políticas, no sepa hacer la o con un
canuto o no tenga la habilidad innata para hacer una disertación de cualquier
tema que surja en una conversación. No me juzgues si mi nivel intelectual no
llega al sobresaliente, si me empeño demasiado en algo, si no lo consigo, si
divago o si digo, simplemente que no sé. Pero en todos estos años he aprendido
una o dos cosas sobre la vida que no hay que luchar contra ella sino con ella,
que es mejor medirse con un rasero propio que con el de otros, que no hay que
esperar las cosas sino salir a por ellas, que no hay que juzgar a nadie sino
conocerlos. Puede que en otro momento me enfadase por no ser mejor, pero hoy he
aprendido a quererme tal y como soy. Y eso, digan lo que digan los libros de
texto, los periódicos o las enciclopedias es el mayor conocimiento que existe,
saber quién es uno mismo y saber quererse en cada momento.
No me gusta que se hayan burlado de mí, que me hayan tachado
de estúpida, no me gusta que me hayan juzgado o pisoteado, pero gracias a todos
ellos, me he conocido mejor, me he valorado más, y al final he aprendido, quién
de verdad soy.
Una lección que durará toda la vida.
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