¿Y si al final todo era una gran mentira al más puro estilo
de la “Gran estafa americana”? ¿O quizá era una gran verdad categórica como las
de Kan? ¿Qué diferencia una verdad de una gran mentira sin revelar? ¿Quién
decide en el juicio de la vida qué camino sigue cada uno de los razonamientos?
¿ tiene algún sentido todo esto?
Así se pasan la mayoría de los días, en el concierto
armonioso de un millón de preguntas sonando en diferentes intervalos. Un sinfín
de cuestiones que afinan sus repuntes, lanzan su dardo envenenado y crean una
sinfonía única y maravillosa de interrogantes entremezclados, de historias
cruzadas, de recuerdos pasados y futuro con incertidumbre. Preguntas que abren
la puerta a otras nuevas que sin pedir permiso se acomodan en este teatro de
dudas, miedos y porqués.
Y aunque nada parezca tener sentido, entre tanto ruido y
preocupación por hallar alguna respuesta, no nos damos cuenta de que en la
pregunta misma se encuentran muchas veces aquellas que más urgentemente necesitamos. Pero la música… la música a veces
no nos deja escuchar la melodía que susurra al oído esa solución que andabas
buscando. Solo cuando te acostumbras al ruido superficial consigues dejar de
oírlo y comienzas a percibir el resto de sonidos. Un niño que llora unas filas
más atrás, aquel niño que quisiste mecer en tus manos antes de pensar que tal
vez su madre no necesitaba tu ayuda. Una hoja de papel que se cayó al principio
del pasillo donde escribiste el nombre de un antiguo amor del que siempre
quisiste saber qué sentía por ti. Una gota de lluvia en el asiento de al lado,
la gotera que pensaste que podías arreglar pero sin saber cómo hacerlo. Y Un
poco más adelante eres capaz incluso de escuchar un avión despegando, ¿o es un
barco? El eterno viaje que siempre pospones para un momento mejor porque qué no
sabe qué pasará cuando te vayas. El teatro está lleno de tu esencia y ni
siquiera te habías enterado.
Desde ese asiento privilegiado frente a la orquesta oyes el
concierto de tu interior. Y tal vez no sepas mucho de música, ni de la vida,
pero eres capaz de aprender algo nuevo de ti. Que la música que llevas dentro,
aunque dudosamente se aproxima a las composiciones clásicas de los grandes
genios, suena a algo nuevo y único. Suena a ti. Con tus cientos de respuestas y
tus miles de preguntas. Con ese pasado latente en la oscuridad de la sala, con
ese porvenir que brilla frente a ese asiento que ocupas. Esta noche, los
violines, los contrabajos y los clarinetes afinan sus notas sobre la partitura
de notas de tu vida. El compás, sin duda, de dos por cuatro. Dos respuestas por
cada cuatro dudas, nada te define mejor.
Pero cuando se levante el telón, la melodía que habrás
compuesto con cada una de tus decisiones será tu gran obra maestra.
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