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miércoles, 11 de mayo de 2016

Dos estrellas en la misma estela

Esta noche quiero contarte un cuento, una historia que no es real, que jamás ha sido contada. Ven, y acuéstate a mi lado, esta noche dormiremos juntos mirando las estrellas.
¿Ves allí a lo lejos ésa que brilla tanto? Mírala ahora, porque dentro de muy poco tiempo ya no la podrás ver, en el crepúsculo es cuando más intensamente brilla como para avisarnos de que la noche está a punto de llegar. Pero esa no es la estrella que quiero que mires, ésa simplemente me recuerda a alguien especial de hace muchos muchos años, cuando yo apenas tenía unos pocos años más que tú.
Ahora mira un poco más lejos, ¿ves aquellas dos estrellas que parecen tocarse? Esas son mis dos estrellas favoritas de todo el firmamento. Siempre las había visto allí, eternas e impasibles a la vida, pero no fue hasta después de conocer Venus  cuando se convirtieron en mis favoritas. Creé una historia alrededor de ellas y es precisamente esa historia la que me lleva a mirarlas una y otra vez en noches estrelladas como la de hoy.
Hace mucho, mucho tiempo, hubo dos jóvenes un poco mayores que tú que empezaban a conocer la vida con esa visión al mismo tiempo de confianza, temor y ansia que confiere la juventud. Habían crecido juntos, y no recordaban un solo hecho de su vida en el que uno no estuviese uno al lado del otro. De las peleas a los cinco años a los juegos antes de los ocho, de las bromas pesadas a las 12 a los primeros amoríos de los 14. Toda una vida juntos, él y ella. Y sin embargo, el tiempo nunca había sido suficiente para los dos, las horas se convertían en minutos, los días apenas eran un suspiro cuando estaban juntos. Jamás faltaba la conversación entre ambos y si acaso llegaba un silencio, apenas lo notaban tal era su confianza y comodidad en la compañía del otro.
Pero un día, él se la encontró a ella llorando regresando a su casa. Instintivamente supo lo que le había ocurrido. Sabía que había empezado a sentir algo por un chico, ella se lo había contado meses atrás. Y también sabía que aunque ella tenía una piel dura, el corazón que escondía en su interior, era frágil y sensible; eso no se lo había contado ella, pero lo había averiguado por sí mismo. Tan bien la conocía que supo ese llanto suyo no lo había oído nunca. Sus padres le habían dicho al cumplir los 16 que cuando el corazón llora de amor, su llanto suena diferente, desgarrador para los que están cerca. Y él oía aquel desgarro en cada gemido de su amiga. Sin dudarlo, la cogió entre sus brazos y la abrazó. Secó las lágrimas con sus manos y le prometió que jamás estaría sola. Que él sería su roca, su bastón y sus ojos incluso cuando no pudiese ver.
Ella cesando su tristeza lo miró con ojos tiernos, llenos de candor y afecto, incluso podría decirse que de amor, pero de ese amor casi fraternal que se profesan dos mejores amigos que nada podrá separar. Y entonces al mirarse mutuamente ambos comprendieron lo que sus corazones ya habían hecho años atrás, comprendieron que nada ni nadie los separaría jamás. Que estaban destinados a vivir eternamente unidos, uno al lado del otro, apoyándose, guiándose, animándose en cada paso de la vida. Ellos eran almas gemelas que brillaban en la misma estela.
Y así fue como cuando años después, los dos amigos subieron al cielo para convertirse en esas dos estrellas que ves ahí, destinadas a estar eternamente juntas, a brillar con luz propia pero bajo la misma estela. Y no importa cuánto tiempo pase, ellos permanecen siempre juntos.
Conserva bien a tus amigos, porque ellos serán quienes te guíen, ellos serán tu bastón en momentos de debilidad y tu luz en días de oscuridad. Aunque ahora tus amigos no se puedan contar con los dedos de ambas manos y ambos pies, va a llegar un día en el que te sobren dedos de manos y pies. Y quien sabe si algún día, tú también brillarás ahí arriba con esa persona que está destinad a ser tu alma gemela, tu amigo inquebrantable, tu otra mitad.

Un amigo es aquel que con su propia luz, te permite brillar más


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