Cómo se podrían resumir casi veinte años de historia. ¿Tienen
una vida para leer o escuchar? Porque quizá ese sería el tiempo que una
gimnasta, una entrenadora o una juez necesitase para explicar qué se siente al
vivir este deporte. Y sí, digo vivir, porque a diferencia de muchos de los
hobbies o incluso de los deportes que se practican, la gimnasia se vive. Y si
no la vives, entonces no vas a ser capaz de estar durante veinte años o más al
pie del cañón.
Lo cierto es que como a muchas de las cosas bonitas de esta
vida, llegué por casualidad, sin saber qué era, y sin esperar demasiado. Pero
en pocos días, este deporte me enamoró. De su práctica nació una pasión que me
ha llevado tan lejos como mide la geografía española. No sería capaz de
escribir cada una de las sensaciones que se sienten sobre un tapiz o detrás de
él, y además, ese no es ya mi cometido. Lo que hoy estoy haciendo es contaros
qué se siente al otro lado del pabellón, donde ya no puedes dar los últimos
consejos a la gimnasta, donde los nervios continúan pero todo escapa a tu
control. Estas son las últimas memorias de una entrenadora retirada.
A lo largo de este camino, tan abrupto a veces, tan calmado
otras, he aprendido que cuando menos te lo esperas, debes decir adiós. Adiós a
una gimnasta que ya no puede continuar
por motivos de lesiones, gimnastas que ya no tienen tiempo para estudiar
y deben recuperar el tiempo empleado en sus entrenamientos, compañeras cuyos horarios
ya no son compatibles o cuyas obligaciones ya no les permiten vivir diariamente
esta pasión. Al final, el reloj también ha marcado la hora de mi salida y
empiezo a vivir una vida más alejada que nunca del deporte que me hizo brillar,
quizá no como gimnasta ni como entrenadora, pero hizo brillar mi vida durante
veinte años increíbles. Y con ese sentimiento de plenitud me voy de los tapices
para sentarme en las gradas de cuantos torneos y competiciones pueda. Con la
sensación de haber encontrado a uno de los grandes amores de mi vida en la
gimnasia y como tal, con sus momentos buenos y momentos malos, pero siempre
sintiendo un amor tan grande, que ni siquiera estando lejos me permite dejar de
interesarme, preocuparme y querer estar más cerca.
Tal vez seamos miembros de un deporte minoritario del que
apenas se habla en las noticias, o se escribe en el periódico, pero somos
muchas personas las que seguimos la gimnasia, muchas niñas vinculadas a clubes y colegios a
lo largo de toda la geografía española, y solo quienes entendemos este deporte,
que lo hemos vivido, que lo llevamos muy dentro, sabemos qué se siente sobre un
tapiz, detrás de la barrera animando a tus gimnastas, apoyándolas en sus días
malos. Y ahora me toca vivir una nueva
etapa, la de una aficionada más, disfrutando de la belleza que emana de este
arte hecho deporte.
Por último, antes de irme, solo quería agradecer a todas las
personas que han pasado por mi vida gimnástica, compañeras de club en mis días
como gimnasta, todas las entrenadoras que he tenido y quienes trabajaban con
ellas en cada época. De todas vosotras aprendí algo que he intentado plasmar
años más tarde también como entrenadora. A mis compañeras entrenadoras, de club
y de otros clubes porque sois un ejemplo a seguir para todas esas gimnastas que
están hoy en los tapices. No importa los colores que vistáis ni las insignias
que portéis, todas sois ejemplos para esas niñas y no tan niñas que salen cada
fin de semana a comerse el tapiz, que acuden cada día a sus pabellones para ser
la mejor versión de sí mismas. Gracias por haberme permitido ser una más entre
vosotras.
A las juntas directivas de todos los clubes que en algún
momento han apostado por mí como entrenadora titular de su plantilla. A los
padres y madres, familiares y amigos que en cada competición se desplazan para
animar a las gimnastas y apoyan la práctica de este deporte. Pero sobre todo,
gracias a las gimnastas, a todas, y en especial a aquellas que han estado bajo
mi tutela porque ellas siempre han sido mis fuerzas y mis ganas de continuar.
Da igual que haya sido una semana o toda una vida, todas tenéis una gran parte
de mi corazón junto a vosotras. Y sin vosotras, hoy no podría estar escribiendo
esto.
Gracias gimnasia por haberme enseñado tanto, por haberme
dado un deporte, una pasión, una vida.
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