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miércoles, 4 de mayo de 2016

Memorias de una entrenadora retirada

Cómo se podrían resumir casi veinte años de historia. ¿Tienen una vida para leer o escuchar? Porque quizá ese sería el tiempo que una gimnasta, una entrenadora o una juez necesitase para explicar qué se siente al vivir este deporte. Y sí, digo vivir, porque a diferencia de muchos de los hobbies o incluso de los deportes que se practican, la gimnasia se vive. Y si no la vives, entonces no vas a ser capaz de estar durante veinte años o más al pie del cañón.
Lo cierto es que como a muchas de las cosas bonitas de esta vida, llegué por casualidad, sin saber qué era, y sin esperar demasiado. Pero en pocos días, este deporte me enamoró. De su práctica nació una pasión que me ha llevado tan lejos como mide la geografía española. No sería capaz de escribir cada una de las sensaciones que se sienten sobre un tapiz o detrás de él, y además, ese no es ya mi cometido. Lo que hoy estoy haciendo es contaros qué se siente al otro lado del pabellón, donde ya no puedes dar los últimos consejos a la gimnasta, donde los nervios continúan pero todo escapa a tu control. Estas son las últimas memorias de una entrenadora retirada.
A lo largo de este camino, tan abrupto a veces, tan calmado otras, he aprendido que cuando menos te lo esperas, debes decir adiós. Adiós a una gimnasta que ya no puede continuar  por motivos de lesiones, gimnastas que ya no tienen tiempo para estudiar y deben recuperar el tiempo empleado en sus entrenamientos, compañeras cuyos horarios ya no son compatibles o cuyas obligaciones ya no les permiten vivir diariamente esta pasión. Al final, el reloj también ha marcado la hora de mi salida y empiezo a vivir una vida más alejada que nunca del deporte que me hizo brillar, quizá no como gimnasta ni como entrenadora, pero hizo brillar mi vida durante veinte años increíbles. Y con ese sentimiento de plenitud me voy de los tapices para sentarme en las gradas de cuantos torneos y competiciones pueda. Con la sensación de haber encontrado a uno de los grandes amores de mi vida en la gimnasia y como tal, con sus momentos buenos y momentos malos, pero siempre sintiendo un amor tan grande, que ni siquiera estando lejos me permite dejar de interesarme, preocuparme y querer estar más cerca.
Tal vez seamos miembros de un deporte minoritario del que apenas se habla en las noticias, o se escribe en el periódico, pero somos muchas personas las que seguimos la gimnasia,  muchas niñas vinculadas a clubes y colegios a lo largo de toda la geografía española, y solo quienes entendemos este deporte, que lo hemos vivido, que lo llevamos muy dentro, sabemos qué se siente sobre un tapiz, detrás de la barrera animando a tus gimnastas, apoyándolas en sus días malos. Y ahora me toca vivir una  nueva etapa, la de una aficionada más, disfrutando de la belleza que emana de este arte hecho deporte.
Por último, antes de irme, solo quería agradecer a todas las personas que han pasado por mi vida gimnástica, compañeras de club en mis días como gimnasta, todas las entrenadoras que he tenido y quienes trabajaban con ellas en cada época. De todas vosotras aprendí algo que he intentado plasmar años más tarde también como entrenadora. A mis compañeras entrenadoras, de club y de otros clubes porque sois un ejemplo a seguir para todas esas gimnastas que están hoy en los tapices. No importa los colores que vistáis ni las insignias que portéis, todas sois ejemplos para esas niñas y no tan niñas que salen cada fin de semana a comerse el tapiz, que acuden cada día a sus pabellones para ser la mejor versión de sí mismas. Gracias por haberme permitido ser una más entre vosotras.
A las juntas directivas de todos los clubes que en algún momento han apostado por mí como entrenadora titular de su plantilla. A los padres y madres, familiares y amigos que en cada competición se desplazan para animar a las gimnastas y apoyan la práctica de este deporte. Pero sobre todo, gracias a las gimnastas, a todas, y en especial a aquellas que han estado bajo mi tutela porque ellas siempre han sido mis fuerzas y mis ganas de continuar. Da igual que haya sido una semana o toda una vida, todas tenéis una gran parte de mi corazón junto a vosotras. Y sin vosotras, hoy no podría estar escribiendo esto.

Gracias gimnasia por haberme enseñado tanto, por haberme dado un deporte, una pasión, una vida. 


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