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jueves, 30 de junio de 2016

Gijón

A lo largo de estos años hemos compartido grandes noches de locura, risas y fiesta, días infinitamente largos de tareas y recados, o de aburrimiento. Hemos paseado bajo un sol de justicia y un aguacero increíble. Te he agarrado esa mano invisible un millón de veces para no resbalar y aunque a veces me he caído y otras me han tirado, siempre me has ayudado a levantarme, como un buen bastón, una luz y una guía que incluso en mis momentos más oscuros supo llevarme a casa. Hemos sido amigas íntimas desde que tengo uso de razón, te he contado mis más oscuros secretos, mis pasiones más inconfesables… solo tú comprendes cuánto amor soy capaz de sentir, cuánto daño capaz de hacer y cuántas lágrimas me guardo para llorarlas a solas o como mucho, contigo como confesora. Tantos años y tantas historias que no sabría cómo empezar, qué destacar, ni sobre todo, cómo despedirme de ti… mi mejor amiga y a la vez mi mayor enemiga. Mi hogar, y a la vez el lugar del que me quiero ir siempre. Qué curiosa ha sido nuestra historia durante estos 25 años ¿verdad? Te defiendo con uñas y dientes y al mismo tiempo, llevo esperando este momento muchos años. Quizá este tiempo que pase fuera no es demasiado, ya nos hemos separado muchas veces, pero tú y yo sabemos, que este es  ese trampolín que anhelaba. Este es solo un pequeño salto, un ensayo de lo que vendrá a continuación.
Sin embargo, ¿sabes qué? Te concederé esto, porque me has aguantado muchos años sin apenas quejarte. Te echaré de menos. Ahora y siempre. Tus mañanas con el sol saliendo de entre las nubes, el silencio a la luz del alba, y los paseos por el descampado para ir al colegio, incluso las asquerosas babosas que encontrábamos a nuestro paso. Echaré de menos el olor a pan recién hecho, los cuernos a la salida del colegio, las montañas a la hora de educación física. El autobús para ir al instituto, la música entrando por mis oídos, la belleza de tu paisaje por los ojos. Los primeros latidos de un corazón enamorado y las mariposas en el estómago junto al verde de tus prados. Echaré de menos las tardes de paseo a cualquier lugar, perderme por tus calles, redescubrir zonas que parecen tan diferentes a la luz del sol y a la luz de las farolas. Sentarme en una terraza y mirar el alma de esta ciudad que es su propia gente…  ver tus atardeceres, desde la paya, el Cerro, la providencia, los pericones, o mi casa… que se detenga el tiempo y sonreír por tu hermosura, por lo afortunada que soy de haber nacido en este pequeño punto geográfico. Echaré de menos las noches cenando en familia, los viernes de antaño, los sábados de fiesta, las madrugadas bailando, riendo, compartiendo la vida, disfrutando del tiempo, creando recuerdos a los que volver, cuando, como mañana, ya esté lejos.
Tus calles guardan los nombres de muchos y antiguos amores de mi vida, las esquinas saben a besos prohibidos, besos de juventud, de pasión, de locura… en el corazón me llevo tu imagen, la de una ciudad con vida propia que despierta en mí toda la ternura y alegría. Ay, Gijón, me lo has dado todo, me lo has quitado a veces, me has empujado a lo más alto, me has visto triunfar y fracasar pero ahora debemos despedirnos… no por mucho tiempo, pero el suficiente para despertar en mí esa mezcla de ilusión y nostalgia que implica una nueva aventura, un nuevo reto y una nueva ciudad que será mi hogar por unos meses… aunque ya sabes lo que siempre digo, el hogar está donde reside el corazón, mi corazón es asturiano 100%, vaya donde vaya, y viva donde viva, llevo tu nombre por bandera. Mi hogar, mi familia y mi refugio están aquí.


Te veo en septiembre,  Gijón del alma. 




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