Quizás tenté a la suerte una vez más, pensando que si una
vez fue, hoy seguiría siendo. Pero me equivoqué. A las cosas no sirve de nada
forzarlas, mucho menos al amor. Si se siente, se siente, si no, no. Blanco o
negro. Fuego o hielo. Pero la última vez todavía había sentido que estábamos a
tiempo. Que ese tren aún no se había ido. Pero esta vez era tarde, y no quise
darme cuenta. Porque además, es así, no quise verlo. Pero ahora lo sé. Sé que
dentro de nosotros ya no queda nada de todo el amor que una vez sentimos. Sé
que nuestra historia se escribe en pasado. Sé que puedo volver a mirarte a los
ojos sin caer enamorada. Que puedo bromear contigo sin pensar si removeré algo
del pasado. Sé que hoy por fin, tú y yo hemos terminado.
Y no me siento triste, ni melancólica. Ni siquiera tengo ese
vacío en el alma que sentí la última vez. Tan solo siento alivio. Porque llegué
a tener miedo de llevarte para siempre en mi corazón, como una herida abierta
que jamás se curaría. Me siento libre por poder decirte adiós, con la mano
levantada sabiendo que te lo digo de corazón. Que a partir de ahora, podremos
ser esos amigos que nunca logramos ser. O si no quieres, no ser nada más. Pero
sin dolor y sin rencor, y sobre todo, sin amor. Por fin te he sacado de mí. Por
fin he logrado perdonarme los errores del pasado, afrontar el presente y ver
que ya no queda nada para nosotros. Todos nuestros capítulos se han escrito ya.
Tantas páginas y volúmenes durante tantos años, y hoy por fin, pongo el último
punto y final a esta obra.
Ahora, con la perspectiva que da el tiempo y la distancia,
me doy cuenta de todos los errores que cometimos estando juntos. El primero de
todos, enamorarnos y no saber dejarnos ir, pese a estar lejos. Eso es lo que no
me había dejado olvidarte todos estos años. Y aunque separados, de vez en
cuando, algunas veces pensaba en ti, en qué hubiera pasado, en cómo estaríamos
ahora. Pero ya no me cuestiono ese posible presente. Ya no me duele tu vacío,
ni me llena de ilusión tu presencia. Ya no necesito tu fuerza. Ya no, tú y yo,
ya no.
No mentiré que las últimas veces, fue más difícil si cabe.
Pensar en dejarlo todo, volver a aquel lugar donde peleábamos juntos la vida,
volver a escuchar el sonido de tu risa y ver tus ojos iluminados por el sol. No
mentiré, las últimas fue más difícil y pensaba que era por todo el amor que
seguía sintiendo. Qué equivocada estaba. Ese dolor en el pecho, esa agonía en
el corazón, eran las últimas lágrimas de mi alma al decirte adiós. Una
despedida que ahora se me antoja larga. Te llevo olvidando tantos años que no
recuerdo qué había ni siquiera antes de ti. Pero dicen que en eso consiste un
amor verdadero: cambiarte la vida por completo sin previo aviso. Pero hoy, por
fin, tras todos estos años de dolor, ausencia, amor y reencuentros, te he
expulsado de mi cuerpo. Porque yo era adicta a ti y a tus idas y venidas, a tu
incertidumbre. Tú eras esa droga que me hacía vulnerable y débil.
Quizás la última vez tenté a la suerte. Pero ahora veo que
debía hacerlo. Para asegurarme de que ya no estás en mi sistema. Que te he
dejado atrás. Que estoy a prueba de tu mirada tierna, tu sonrisa pícara, y tus
caricias suaves. Ya no puedes jugar conmigo, ni marcar tus propias pautas. Esta
vez, las reglas del juego las he puesto yo.
Ahora por fin, jugamos en ligas diferentes: tú la de los
maleantes, y yo, la de volver a enamorarme.
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