Secciones

miércoles, 15 de junio de 2016

un nuevo amanecer

Quizás tenté a la suerte una vez más, pensando que si una vez fue, hoy seguiría siendo. Pero me equivoqué. A las cosas no sirve de nada forzarlas, mucho menos al amor. Si se siente, se siente, si no, no. Blanco o negro. Fuego o hielo. Pero la última vez todavía había sentido que estábamos a tiempo. Que ese tren aún no se había ido. Pero esta vez era tarde, y no quise darme cuenta. Porque además, es así, no quise verlo. Pero ahora lo sé. Sé que dentro de nosotros ya no queda nada de todo el amor que una vez sentimos. Sé que nuestra historia se escribe en pasado. Sé que puedo volver a mirarte a los ojos sin caer enamorada. Que puedo bromear contigo sin pensar si removeré algo del pasado. Sé que hoy por fin, tú y yo hemos terminado.
Y no me siento triste, ni melancólica. Ni siquiera tengo ese vacío en el alma que sentí la última vez. Tan solo siento alivio. Porque llegué a tener miedo de llevarte para siempre en mi corazón, como una herida abierta que jamás se curaría. Me siento libre por poder decirte adiós, con la mano levantada sabiendo que te lo digo de corazón. Que a partir de ahora, podremos ser esos amigos que nunca logramos ser. O si no quieres, no ser nada más. Pero sin dolor y sin rencor, y sobre todo, sin amor. Por fin te he sacado de mí. Por fin he logrado perdonarme los errores del pasado, afrontar el presente y ver que ya no queda nada para nosotros. Todos nuestros capítulos se han escrito ya. Tantas páginas y volúmenes durante tantos años, y hoy por fin, pongo el último punto y final a esta obra.
Ahora, con la perspectiva que da el tiempo y la distancia, me doy cuenta de todos los errores que cometimos estando juntos. El primero de todos, enamorarnos y no saber dejarnos ir, pese a estar lejos. Eso es lo que no me había dejado olvidarte todos estos años. Y aunque separados, de vez en cuando, algunas veces pensaba en ti, en qué hubiera pasado, en cómo estaríamos ahora. Pero ya no me cuestiono ese posible presente. Ya no me duele tu vacío, ni me llena de ilusión tu presencia. Ya no necesito tu fuerza. Ya no, tú y yo, ya no.
No mentiré que las últimas veces, fue más difícil si cabe. Pensar en dejarlo todo, volver a aquel lugar donde peleábamos juntos la vida, volver a escuchar el sonido de tu risa y ver tus ojos iluminados por el sol. No mentiré, las últimas fue más difícil y pensaba que era por todo el amor que seguía sintiendo. Qué equivocada estaba. Ese dolor en el pecho, esa agonía en el corazón, eran las últimas lágrimas de mi alma al decirte adiós. Una despedida que ahora se me antoja larga. Te llevo olvidando tantos años que no recuerdo qué había ni siquiera antes de ti. Pero dicen que en eso consiste un amor verdadero: cambiarte la vida por completo sin previo aviso. Pero hoy, por fin, tras todos estos años de dolor, ausencia, amor y reencuentros, te he expulsado de mi cuerpo. Porque yo era adicta a ti y a tus idas y venidas, a tu incertidumbre. Tú eras esa droga que me hacía vulnerable y débil.
Quizás la última vez tenté a la suerte. Pero ahora veo que debía hacerlo. Para asegurarme de que ya no estás en mi sistema. Que te he dejado atrás. Que estoy a prueba de tu mirada tierna, tu sonrisa pícara, y tus caricias suaves. Ya no puedes jugar conmigo, ni marcar tus propias pautas. Esta vez, las reglas del juego las he puesto yo.


Ahora por fin, jugamos en ligas diferentes: tú la de los maleantes, y yo, la de volver a enamorarme. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario