Secciones

miércoles, 22 de junio de 2016

Si cierro los ojos

Si cierro los ojos aún puedo escuchar tu voz aguda, tu risa contagiosa y tus mentiras piadosas. Si cierro los ojos aún puede verte caminando por la calle, en una terraza sentada o revolviendo todo un supermercado. Pero solo me queda eso: verte si cierro los ojos aunque te siga sintiendo cuando los tengo bien abiertos. Sin embargo, hace ya varios años que te has ido… años con sus momentos buenos y sus pequeñas tragedias, meses que han aumentado el tiempo que llevábamos alejadas, semanas de lágrimas y sonrisas a medias al recordarte. Días, todos ellos con un vacío que no se llenará jamás. Qué difícil es vivir contigo tan lejos, es como si la magia de la vida hubiese desaparecido en parte…
Desde bien pequeña empezamos a tejer un hilo, fino y casi invisible entre las dos. Muchos de mis mejores recuerdos llevan grabados tu nombre. Y aunque la parca quiso llevarte antes de lo previsto, sin apenas tiempo a decir adiós, yo sigo extendiendo ese hilo que nos unirá a través de la distancia en cada momento. Porque no he conseguido desprenderme ni de tu recuerdo, ni de tu ilusión. No quiero aprender a vivir sin ti. He decidido escoger este camino, el de recordarte cada día y vivir por las dos. Intentar ser tu legado aquí en la Tierra mientras tu preparas nuestra próxima cita donde sea. Nuestro hilo es un vínculo entre estos dos mundos que nos separan, o al menos eso me suelo decir para no pensar que te he perdido para siempre y ya nunca volveré a verte reír, hablar o protestar por el poco chocolate que hay en esas tortitas.
Pero a pesar de ese puente celestial para vivir unidas pese a todo, a veces me gustaría dar marcha atrás al reloj y poder disfrutar de ti de nuevo. Visitarte más. Decirte más veces lo mucho que te quiero. Decirte que ojalá no me faltases nunca, porque duele. Duele cada día y cada hora que no te veo, que te pierdo y que me alejo. Me gustaría volver al último día que te vi con vida y consciente y darte un abrazo que dure eternamente, entregarte en él mi fuerza y mi energía para prorrogar el momento de decirte adiós. Volver a mirarte a los ojos y guardar esa mirada para siempre. Hice todo lo que pude. Recé como nunca había hecho (sí, recé por ti), llevé tu carta, esa que me escribiste a los 18 y fue el mejor regalo que he recibido nunca; llevé esa carta todo el tiempo durante 21 días, dormí con ella, la abracé cada noche, no la perdí de vista ni un segundo, tus palabras habían sido mi fuerza muchas veces, quería que también fueran la tuya y  quizás así lograría que te quedases conmigo. Pero no, contra la naturaleza no podemos jugar… y el tiempo no nos dejó escribir más capítulos ni acumular más recuerdos…. Dios… no sabes lo que te echo de menos güelita… mi alma tiene una herida abierta que no para de sangrar desde hace casi cinco años…
Si cierro los ojos aún puedo verte celebrando mi cumpleaños, gritando en la terraza de tu casa durante tu última cabalgata (que afortunadamente, sin saberlo, compartimos). Si cierro los ojos puedo verte sonriendo, hablando...viviendo...

pero solo me queda eso, si cierro los ojos, tu recuerdo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario