Queridos Tomasz y Agnieszka;
No sabéis la alegría que me da poder escribiros, aun
sabiendo que esta carta jamás llegará a su destino. Hoy nuestros jefes están de
buen humor y nos han dejado un poco de papel, y con los restos de una lámina de
carboncillo he conseguido lo suficiente para comenzar con esta dulce tarea.
Ya han pasado 174 días desde que os vi por última vez. 174
días con sus consiguientes noches en las que no os he dejado de extrañar un
solo instante. Vuestras sonrisas, y sobre todo, vuestra seguridad es lo último
en lo que pienso cada noche y lo primero cada día… aunque a veces no hay
descanso posible en este lugar y día y noche se confunden. “¿Dónde está mamá?”
Puedo oír en mi corazón al pequeño Tomasz preguntar, con esas ganas de querer
saberlo todo, con esos enormes ojos azules llenos de curiosidad… algún
entenderéis los dos lo afortunados que habéis sido por adquirir los rasgos de
papá y no los de mamá. Pues bien, pequeño, estoy en un campo de trabajo. Aquí
vivimos varios miles de mujeres que, como yo, se tuvieron que marchar de casa.
No es un lugar hermoso, y hace bastante frío, pero al menos llega un poco de
alimento al día, algo que según cuentan algunas de las mujeres de aquí, no hay
en otros campos parecidos a este.
Pero basta de hablar de mí, porque lo que quiero saber
realmente es qué tal estáis vosotros. ¿Sigue el pequeño Wilhelm yendo a casa
todas las tardes para jugar? Dentro de unos años comprenderéis lo importante
que es forjar grandes amistades en los primeros años de vida. Los amigos de
verdad son la familia que escogemos y
quienes hacen las veces de padres, hermanos o tíos cuando estos se encuentran
lejos. ¿Qué tal Agnieszka y sus clases de piano? ¿Al final papá encontró aquel
que prometió que compraría? Seguro que sí, porque papá siempre cumple sus
promesas. Él prometió hace muchos, muchos años, antes incluso de que vosotros
nacierais, que siempre cuidaría de mamá. Y jamás ha dejado de hacerlo pese a
que para muchos, éramos distintos y nuestro amor, una aberración. Sé que a
veces es un poco difícil y que se puede enfadar mucho, pero os quiere con
locura, y daría cualquier cosa por vosotros. Por eso, si alguna vez os manda
hacer las maletas y correr, hacedlo. Pase lo que pase, hacedle caso, él os
llevará a un lugar mejor, quizá no sea un lugar hermoso, ni especial, pero será
un lugar donde estaréis a salvo. ¡Ojalá no tuvierais que ver las desgracias que
están sucediendo…! ¡Ojalá hubiese huido la primera vez que tuve esa corazonada
de que nada podía salir bien!
Perdonadme hijos, perdonadme por poneros en peligro, por
haceros partícipe de este horror en el que nos ha tocado vivir a todos.
Perdonadme por querer veros crecer y ser felices, exponiéndoos así a tantos
males. Nunca quise haceros daño, nunca quise que vieseis qué sería de nosotros,
personas como las demás, pero tan odiados por quienes hace unos años eran
nuestros compatriotas, nuestros vecinos, nuestros amigos… quién diría que un
dios, unas costumbres o un color de piel nos diferenciarían tanto.
¡Oh cielos! Cuánto echo de menos los cuentos de princesas y
monstruos antes de dormir, el abrazo de buenos días, vuestras risas desde el
piso de arriba mientras jugabais juntos… 174 días, hijos, sin dejar de
preguntarme cuándo volveremos a vernos; si alguna vez volveremos a hacerlo…. Se
me encoge el corazón cada vez que ese pensamiento surca mi cabeza, ¿y si jamás
nos volvemos a ver? ¿Qué clase de existencia sería esa para alguien que la
única ilusión que tiene es volver a abrazar a sus hijos, aunque solo sea por
una última vez?
Espero que algún día entendáis porque me fui sin avisar,
porque papá no os deja pronunciar siquiera mi nombre en voz alta. Porque una
noche os di un beso, y a la mañana siguiente, ya no estaba a vuestro lado. Solo
deseo que la vida os sonría, que seáis felices y que aprendáis a perdonar. Y
así, la próxima vez que estemos juntos, no alberguéis ningún rencor por la
egoísta decisión que tomé.
Lo siento hijos, apenas queda espacio en este pequeño rollo
de papel y en seguida nos llevarán a las duchas; como os he dicho, hoy están de
buen humor y nos han elegido a algunas de las mujeres que estamos aquí para el
aseo semanal y un cambio de tareas. A lo
lejos ya veo el humo, están preparándolo todo.
No sé cuándo será la próxima que os pueda escribir, porque
nunca he vuelto a hablar con las mujeres que cambiar de tarea, pero sea cuando
sea, recordad hijos, que debéis aprender a perdonar y a olvidar. Que la pena y
el resentimiento no vivan con vosotros para amargaros vuestra felicidad. ¡Ojalá
algún día leáis estas palabras para entender que nunca quise que las cosas
fueran así y que vosotros sois la única razón por la que daría mi vida!
Os quiere, mamá.