Búscame entre las hojas caducas del mes de octubre. Cuando
ya el rocío de la mañana haya teñido de escarcha el jardín que juntos vimos
nacer. Búscame entre las ramas de aquella higuera, y saborea su fruto prohibido
para mí. Bebe mi aroma ausente en cada una de las noches que ya no pasamos
juntos. Embriágate de ese fresco perfume que a veces me ponía para ir a la
cama. Búscame entre los azules y rojos de ese cuadro de Monet que compramos en
los Chinos por dos duros. Recorre la silueta de esa guitarra española como si
fuera mi contorno. Y en el silencio de este vacío que te traigo, abrázame como
si nunca me fuese a ir, como si jamás me hubiera ido.
¡Qué hermoso sería poder volver a ver el atardecer en tus
ojos con el sonido de las olas golpeando contra las rocas! Cuántas tardes
decoramos nuestras vidas con sueños e ilusiones que plantamos para no verlos
crecer. Qué nostalgia me trae el recordarte cada catorce de febrero que no
celebramos y qué melancolía me asalta al pensar en las noches que no dormimos
abrazados. Todavía pienso en lo destinados que estábamos a vivir juntos ese
sueño que con tanto ahínco buscamos, y cómo de repente, nos encontramos huyendo
de aquella pesadilla que nos sobrevino... qué pena que ya estuviésemos
despiertos y no pudiéramos abrir los ojos para alejarla.
Échame de menos en cada puesta de sol que no presenciamos.
Límpiate las lágrimas que nos provocamos como si tu mano cogiese la mía para
dibujar la forma de tu cara. Mírame desde lejos, mírame sin verme, porque ya no
estoy ahí de la forma que tú querrías y yo también. Cubre mi lado de la cama
con las mantas que tanto te pedía en invierno, y en el duermevela de la letanía
rodéame con tus brazos una vez más, como si tu pudieras envolverme, como si yo
aún sintiera tu abrazo cálido. No llores más, porque el dolor no se irá. Esta
noche, el recuerdo duerme entre los dos.
Búscame en cada aliento de vida, en cada bocanada de aire,
en la espuma del mar y la escarcha del monte. Trata de encontrarme en el vuelo
del pájaro, en la gacela que salta en libertad, en ese niño que aprende a
caminar, en ese anciano que cuida de su familia. Búscame en cada paso que des,
en la mirada tierna de los padres que algún día íbamos a ser. Y cuando sientas
miedo de perderme, me recordarás en la sonrisa del bebé que aprende a conocer
el mundo. En el turista que saca su cámara para inmortalizar un momento etéreo,
etéreo como nosotros. Como tú mientras respiras, como lo solía ser yo también,
aunque a tu lado me sentía perenne. Tú me hacías inmortal.
¡Qué hermoso sería poder abrazarte de nuevo! Poder reírnos
juntos de la vida sentados en un banco mirando al horizonte, soñar despiertos
cómo sería nuestro futuro. Qué placer recuperar el tiempo perdido, las cosas
por hacer, los momentos en el tintero, los deberes del ayer. Y sin embargo, el
tiempo se ha desvanecido entre nosotros, tan rápido, tan incesante que ni
siquiera me di cuenta de cómo te perdía. Qué rápido me alejaba, como no venías,
y yo tampoco regresaba.
Por eso, si alguna vez me echas de menos, búscame en cada
rincón de esta casa con sabor a mar, en cada gota de lluvia por caer o en ese
olor a tierra mojada en pleno mes de agosto. Manda un beso con destino al cielo,
que ya el viento me susurrará que es tuyo, como solía susurrarme que tú eras
mío.
Solo sé, que en cualquier
lugar que me necesites, grita mi nombre, que yo allí estaré.
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