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miércoles, 3 de febrero de 2016

Búscame

Búscame entre las hojas caducas del mes de octubre. Cuando ya el rocío de la mañana haya teñido de escarcha el jardín que juntos vimos nacer. Búscame entre las ramas de aquella higuera, y saborea su fruto prohibido para mí. Bebe mi aroma ausente en cada una de las noches que ya no pasamos juntos. Embriágate de ese fresco perfume que a veces me ponía para ir a la cama. Búscame entre los azules y rojos de ese cuadro de Monet que compramos en los Chinos por dos duros. Recorre la silueta de esa guitarra española como si fuera mi contorno. Y en el silencio de este vacío que te traigo, abrázame como si nunca me fuese a ir, como si jamás me hubiera ido.

¡Qué hermoso sería poder volver a ver el atardecer en tus ojos con el sonido de las olas golpeando contra las rocas! Cuántas tardes decoramos nuestras vidas con sueños e ilusiones que plantamos para no verlos crecer. Qué nostalgia me trae el recordarte cada catorce de febrero que no celebramos y qué melancolía me asalta al pensar en las noches que no dormimos abrazados. Todavía pienso en lo destinados que estábamos a vivir juntos ese sueño que con tanto ahínco buscamos, y cómo de repente, nos encontramos huyendo de aquella pesadilla que nos sobrevino... qué pena que ya estuviésemos despiertos y no pudiéramos abrir los ojos para alejarla.

Échame de menos en cada puesta de sol que no presenciamos. Límpiate las lágrimas que nos provocamos como si tu mano cogiese la mía para dibujar la forma de tu cara. Mírame desde lejos, mírame sin verme, porque ya no estoy ahí de la forma que tú querrías y yo también. Cubre mi lado de la cama con las mantas que tanto te pedía en invierno, y en el duermevela de la letanía rodéame con tus brazos una vez más, como si tu pudieras envolverme, como si yo aún sintiera tu abrazo cálido. No llores más, porque el dolor no se irá. Esta noche, el recuerdo duerme entre los dos.

Búscame en cada aliento de vida, en cada bocanada de aire, en la espuma del mar y la escarcha del monte. Trata de encontrarme en el vuelo del pájaro, en la gacela que salta en libertad, en ese niño que aprende a caminar, en ese anciano que cuida de su familia. Búscame en cada paso que des, en la mirada tierna de los padres que algún día íbamos a ser. Y cuando sientas miedo de perderme, me recordarás en la sonrisa del bebé que aprende a conocer el mundo. En el turista que saca su cámara para inmortalizar un momento etéreo, etéreo como nosotros. Como tú mientras respiras, como lo solía ser yo también, aunque a tu lado me sentía perenne. Tú me hacías inmortal.

¡Qué hermoso sería poder abrazarte de nuevo! Poder reírnos juntos de la vida sentados en un banco mirando al horizonte, soñar despiertos cómo sería nuestro futuro. Qué placer recuperar el tiempo perdido, las cosas por hacer, los momentos en el tintero, los deberes del ayer. Y sin embargo, el tiempo se ha desvanecido entre nosotros, tan rápido, tan incesante que ni siquiera me di cuenta de cómo te perdía. Qué rápido me alejaba, como no venías, y yo tampoco regresaba.

Por eso, si alguna vez me echas de menos, búscame en cada rincón de esta casa con sabor a mar, en cada gota de lluvia por caer o en ese olor a tierra mojada en pleno mes de agosto. Manda un beso con destino al cielo, que ya el viento me susurrará que es tuyo, como solía susurrarme que tú eras mío.


 Solo sé, que en cualquier lugar que me necesites, grita mi nombre, que yo allí estaré. 


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