Secciones

miércoles, 24 de febrero de 2016

El trabajo que no nos hizo libres

Queridos Tomasz y Agnieszka;

No sabéis la alegría que me da poder escribiros, aun sabiendo que esta carta jamás llegará a su destino. Hoy nuestros jefes están de buen humor y nos han dejado un poco de papel, y con los restos de una lámina de carboncillo he conseguido lo suficiente para comenzar con esta dulce tarea.

Ya han pasado 174 días desde que os vi por última vez. 174 días con sus consiguientes noches en las que no os he dejado de extrañar un solo instante. Vuestras sonrisas, y sobre todo, vuestra seguridad es lo último en lo que pienso cada noche y lo primero cada día… aunque a veces no hay descanso posible en este lugar y día y noche se confunden. “¿Dónde está mamá?” Puedo oír en mi corazón al pequeño Tomasz preguntar, con esas ganas de querer saberlo todo, con esos enormes ojos azules llenos de curiosidad… algún entenderéis los dos lo afortunados que habéis sido por adquirir los rasgos de papá y no los de mamá. Pues bien, pequeño, estoy en un campo de trabajo. Aquí vivimos varios miles de mujeres que, como yo, se tuvieron que marchar de casa. No es un lugar hermoso, y hace bastante frío, pero al menos llega un poco de alimento al día, algo que según cuentan algunas de las mujeres de aquí, no hay en otros campos parecidos a este.

Pero basta de hablar de mí, porque lo que quiero saber realmente es qué tal estáis vosotros. ¿Sigue el pequeño Wilhelm yendo a casa todas las tardes para jugar? Dentro de unos años comprenderéis lo importante que es forjar grandes amistades en los primeros años de vida. Los amigos de verdad son la familia que escogemos  y quienes hacen las veces de padres, hermanos o tíos cuando estos se encuentran lejos. ¿Qué tal Agnieszka y sus clases de piano? ¿Al final papá encontró aquel que prometió que compraría? Seguro que sí, porque papá siempre cumple sus promesas. Él prometió hace muchos, muchos años, antes incluso de que vosotros nacierais, que siempre cuidaría de mamá. Y jamás ha dejado de hacerlo pese a que para muchos, éramos distintos y nuestro amor, una aberración. Sé que a veces es un poco difícil y que se puede enfadar mucho, pero os quiere con locura, y daría cualquier cosa por vosotros. Por eso, si alguna vez os manda hacer las maletas y correr, hacedlo. Pase lo que pase, hacedle caso, él os llevará a un lugar mejor, quizá no sea un lugar hermoso, ni especial, pero será un lugar donde estaréis a salvo. ¡Ojalá no tuvierais que ver las desgracias que están sucediendo…! ¡Ojalá hubiese huido la primera vez que tuve esa corazonada de que nada podía salir bien!
Perdonadme hijos, perdonadme por poneros en peligro, por haceros partícipe de este horror en el que nos ha tocado vivir a todos. Perdonadme por querer veros crecer y ser felices, exponiéndoos así a tantos males. Nunca quise haceros daño, nunca quise que vieseis qué sería de nosotros, personas como las demás, pero tan odiados por quienes hace unos años eran nuestros compatriotas, nuestros vecinos, nuestros amigos… quién diría que un dios, unas costumbres o un color de piel nos diferenciarían tanto.

¡Oh cielos! Cuánto echo de menos los cuentos de princesas y monstruos antes de dormir, el abrazo de buenos días, vuestras risas desde el piso de arriba mientras jugabais juntos… 174 días, hijos, sin dejar de preguntarme cuándo volveremos a vernos; si alguna vez volveremos a hacerlo…. Se me encoge el corazón cada vez que ese pensamiento surca mi cabeza, ¿y si jamás nos volvemos a ver? ¿Qué clase de existencia sería esa para alguien que la única ilusión que tiene es volver a abrazar a sus hijos, aunque solo sea por una última vez?
Espero que algún día entendáis porque me fui sin avisar, porque papá no os deja pronunciar siquiera mi nombre en voz alta. Porque una noche os di un beso, y a la mañana siguiente, ya no estaba a vuestro lado. Solo deseo que la vida os sonría, que seáis felices y que aprendáis a perdonar. Y así, la próxima vez que estemos juntos, no alberguéis ningún rencor por la egoísta decisión que tomé.

Lo siento hijos, apenas queda espacio en este pequeño rollo de papel y en seguida nos llevarán a las duchas; como os he dicho, hoy están de buen humor y nos han elegido a algunas de las mujeres que estamos aquí para el aseo semanal y un cambio de tareas.  A lo lejos ya veo el humo, están preparándolo todo.

No sé cuándo será la próxima que os pueda escribir, porque nunca he vuelto a hablar con las mujeres que cambiar de tarea, pero sea cuando sea, recordad hijos, que debéis aprender a perdonar y a olvidar. Que la pena y el resentimiento no vivan con vosotros para amargaros vuestra felicidad. ¡Ojalá algún día leáis estas palabras para entender que nunca quise que las cosas fueran así y que vosotros sois la única razón por la que daría mi vida!


Os quiere, mamá. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario